miércoles, 22 de octubre de 2014

LA VESTIMENTA

William MacDonald
La vestimenta
Mucha gente vive por y para la comida y la vestimenta. Sus pequeñas vidas giran en torno a estos dos ejes. Día tras día trabajan para conseguir dinero e invertirlo allí. Y no es de sorprenderse que la mayoría de nuestras tiendas vendan alimentos o ropa.
Jesús enseñó a sus discípulos que no tenían que preocuparse por estas cosas. El cristiano está aquí para negocios más grandes. Está aquí para representar los intereses de su Señor. Si pone a Dios en primer lugar, sus necesidades temporales serán suplidas (Mateo 6:31-33).
Si el cristiano no es cuidadoso, descubrirá que el tiempo y el dinero que utiliza en comida y vestimenta encuentran su forma de incrementar periódicamente. Requiere de vigilancia y disciplina constantes para que estas áreas de la vida cristiana se mantengan bajo el señorío de Cristo. Consideremos entonces lo que nos enseña el Nuevo Testamento sobre la manera en que debe vestir el cristiano. Dos de los pasajes principales son 1 Timoteo 2:9-10 y 1 Pedro 3:3-6:
Asimismo que las mujeres se atavíen de ropa decorosa, con pudor y modestia; no con peinado ostentoso, ni oro, ni perlas, ni vestidos costosos, sino con buenas obras, como corresponde a mujeres que profesan piedad (1 Tim. 2:9,10).
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Vuestro atavió no sea el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos lujosos, sino el interno, el del cora­zón, en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios (1 Pedro 3:3-6).

Aunque estos versículos están dirigidos a las mujeres, existen principios que son aplicables para todos. ¿Cuáles son estos principios? Uno de los principales está relacionado al gasto. ¿Cuánto gastamos en vestimenta? ¿Es totalmente necesario ¿Podríamos usar este dinero de una mejor manera? Está claro por lo que dice en 1 Timoteo 2:9 que las ropas caras están prohibidas; pues dice “no con… vestidos lujosos.” No es un tema de que podamos costearlo o no.

“Es pecado para un cristiano gastar dinero en ropas caras, porque la Palabra de Dios lo prohíbe.”


Y la compasión humana también lo prohíbe. La situación desesperante de nuestros hermanos en otras tierras, sus enormes necesidades espirituales y físicas resaltan la insensibilidad de gastar el dinero en vestimenta innecesaria.
Esto se aplica no sólo a la calidad de la ropa que compramos, sino también a la cantidad. Muchos de nuestros guardarropas se ven como una sucursal de tiendas de ropa, una pequeña Hart, Shaffner & Manees o Best & Companys. Y cuando nos vamos de vacaciones, colocamos un listón en el asiento trasero de nuestro automóvil para colgar una serie de vestidos, camisas, y trajes que competirían con la variedad de muestras de un vendedor de vestimenta ambulante.
¿Y por qué lo hacemos? ¿No será un problema de orgullo? Nos encanta escuchar que la gente nos adule por nuestro buen gusto, o nuestra fina apariencia. Pero qué hay con la Voz que dice “Vuestras riquezas están podridas, y vuestras ropas están comidas de polilla… Habéis acumulado tesoros para los días postreros… Habéis vivido en deleites sobre la tierra, y sido disolutos; habéis engordado vues­tros corazones como en día de matanza.” (Santiago 5:2-5). Pero el gasto involucrado es sólo uno de los principios que deben guiarnos. Otro es la modestia. Pablo dice “…con pudor y modestia.” Uno de los significados de esta palabra es “decencia “.

No es sor­préndente que encontremos hombres impíos haciendo tal cosa, pero es bastante chocante ver que los cristianos lo imiten. Modestia también puede significar orden. Esto sugiere que el cristiano debe vestirse prolijamente. No hay virtud alguna en andar andrajoso o desprolijo. El creyente debe vestir ropas que estén lim­pias, planchadas, en buenas condiciones y de talla adecuada.

En general, el cristiano evitará las modas que atraigan la aten­ción hacia sí mismo. Pero esa no es su función en la vida. Él no está en la tierra como un adorno, sino como una rama de la Vid que lleva fruto. Podemos atraer la atención hacia nosotros mismos de varias maneras. Las vestimentas pasadas de moda lo hacen, así como la ropa no común, o llamativa, o ridicula. Todas estas deben ser evitadas.
Finalmente, el cristiano – y en especial el joven creyente – debe evitar la ropa sugestiva, sexy o provocativa. Ya nos hemos referido a las modas …reveladoras…. Aunque la ropa cubra todo el cuerpo, aun así puede provocar pasiones impuras en otros. Las corrientes de moda actuales no están diseñadas para animar a la espiritualidad. Por el contrario, reflejan la obsesión sexual de nuestra era. Debemos proponernos nunca vestir ropas que inciten pasiones impuras o que le dificulten a otros vivir la vida cristiana.
El gran problema, por supuesto, es la enorme presión de la sociedad para que nos conformemos a ella. Siempre ha sido la forma y siempre lo será. Los cristianos necesitan mucha firmeza para resis­tir las situaciones extremas, para nadar contra la marea de la opinión pública, y para vestir de una manera que beneficie al evangelio.

Si Cristo es el Señor de nuestro guardarropa, todo estará bien.


Una serie de meditaciones breves para jóvenes por William MacDonald
tomado de:  http://unrema.wordpress.com/2014/09/22/la-vestimenta/

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