sábado, 12 de noviembre de 2016

¿CUÁNTOS PECADOS PERDONA CRISTO?

¿Cuántos De Tus Pecados Son Perdonados?




El Bautismo
     El sacramento del bautismo juega un papel importante en el perdón del pecado, para el católico romano. Citamos del Nuevo Catecismo universal de la Iglesia, porque es importante entender cuál es la enseñanza oficial de la Iglesia Católica. Ella dice:

    “Los niños necesitan también el nuevo nacimiento en el Bautismo (cf. DS 1514) para ser librados del poder de las tinieblas y ser trasladados al dominio de la libertad de los hijos de Dios...” (pág. 291 del Catecismo de la Iglesia Católica, CIC).

Roma afirma claramente que “El Bautismo es necesario para la salvación”, y “La Iglesia no conoce otro medio que el Bautismo para asegurar la entrada en la bienaventuranza eterna”, y “Dios ha vinculado la salvación al sacramento del Bautismo” (pág. 292, CIC, sección VI).

En la sección VII, “LA GRACIA DEL BAUTISMO”, párrafo 1263, leemos:

    “Por el Bautismo, todos los pecados son perdonados, el pecado original y todos los pecados personales, así como todas las penas del pecado (cf  DS 1316)”. (pág. 293)

    Pero las Sagradas Escrituras enseñan algo muy distinto. El apóstol Pablo dijo que Cristo no le envió a bautizar, sino a predicar el evangelio, lo cual sería extraño si el bautismo fuera necesario para la salvación (1 Co. 1:18). Luego, en Efesios 2:8-9 afirmó de nuevo: “por gracia sois salvos por medio de la fe; [observa: no por el bautismo] y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe”. Así que, la doctrina apostólica enseña que el bautismo no quita el pecado, y no salva a nadie. Si el bautismo fuera necesario para salvación, ¿cómo podía el Señor decir al ladrón arrepentido en la cruz que ese día estaría con Él en el paraíso, ya que no se había bautizado? Amigo, hay millones de personas en todas partes del mundo que están engañadas. Ellas en el fondo esperan llegar de alguna manera al cielo, porque se acuerdan de que fueron bautizadas en su niñez. En sus apuros y peligros este recuerdo les da una esperanza falsa. ¡Qué sorpresa les espera un segundo después de la muerte, cuando descubran que el Dios vivo no rige Sus asuntos por los dogmas de Roma.
    Un pecador bautizado no es más que un pecador mojado. Y los que están en las cárceles en países predominantemente católicos, ¿fueron bautizados como infantes?  Sí, y las prostitutas también, y los mafiosos también. Pero no sólo la gente mala, como se suele decir, sino también la gente “buena” confía en su bautismo. Amigo, Dios no quita el pecado poco a poco, a plazos, con una serie de sacramentos que hay que practicar. La salvación, cuando uno es perdonado y declarado justo, es para el que cree el evangelio. ¿Estás confiando en tu bautismo, u otro sacramento? Espero que no, porque sólo el Señor Jesucristo es digno de nuestra fe.

La Penitencia Y La Reconciliación
    “Los que se acercan al sacramento de la Penitencia obtienen de la misericordia de Dios el perdón de los pecados cometidos contra Él y, al mismo tiempo, se reconcilian con la Iglesia, a la que ofendieron con sus pecados. Ella les mueve a conversión con su amor, su ejemplo y sus oraciones” (LG 11).  (pág. 329, párrafo 1422)

    Sin embargo, la Biblia no enseña que haya que conseguir un perdón “al día” de los pecados recién cometidos. Cuando Dios perdona judicialmente nuestros pecados, los perdona todos: pasados, presentes y futuros. ¿Cuántos de tus pecados eran futuros cuando Cristo murió en la cruz? ¡Todos! Y cuando Dios justifica a una persona que cree, esto significa que Él declara justa a esta persona. Le es imputada la justicia de Cristo, la cual es perfecta. Desde entonces, delante de Dios ésta es la posición del creyente. Necesita muchas veces el perdón paterno que mantiene la comunión, pero sólo una vez el perdón judicial que remite los pecados. Es un perdón libertador.
    Pero la Iglesia Católica no otorga esta libertad a sus feligreses, sino que les ata a una serie de sacramentos y ritos por medio de los cuales ella les dice que están consiguiendo poco a poco la gracia de Dios, se están convirtiendo y se están salvando. Por eso hay que ir a confesión al menos una vez al año, pero allí se está buscando un perdón que, en primer lugar, no puede ser hallado en el confesionario, y segundo, el Señor ya lo ha dado a todos los Suyos. Los que repiten el acto penitencial en Misa, y se confiesan, y hacen actos de penitencia, están confesando que no conocen el perdón de pecados que Dios otorga por medio de Jesucristo. “Los que hemos creído entramos en el reposo”, dice Hebreos 4:3. Es el reposo de la salvación, y lo conocen aquellos que no tienen que buscar todavía el perdón de sus pecados. Al católico-romano esto suena increíble porque la Iglesia le ha inculcado la idea de que el perdón viene poco a poco. Amigo, ¡hay perdón completo, de todos los pecados, y lo hay en el Señor Jesucristo, ahora mismo! Yo dejaría de enrollarme en una iglesia que me lleva delante como el ganadero hace con el buey, con una zanahoria tendida de un palo delante suyo, para que ande, pero la cual nunca alcanza.
    Pero hay otros católicos que  ya no se confiesan ante el sacerdote, y se disculpan diciendo: “yo me confieso con Dios”. Quizá tu, estimado lector, seas uno de ellos. Está bien que te des cuenta de que no necesitas al sacerdote para perdonar tus pecados. Pero no acabas de librarte, porque en el fondo está el mismo problema, la misma necesidad: el perdón de los pecados. Si tienes que confesarte con Dios, buscando perdón y salvación, entonces es que todavía no los tienes. Y si en privado, entre tú y Dios, te asignas alguna obra de penitencia para arreglar las cosas, cometes el mismo error, buscando el perdón en la confesión y la penitencia. Dios no promete perdonar los pecados a cambio de una confesión humilde y contrita, ni influyen obras de penitencia. Es difícil sacar las telarañas católicas de la mente, ¡pero cuán necesario es! Si creemos lo que Dios dice en la Biblia, comprenderemos el perdón de Dios. Consideremos lo que dice Romanos 4 al respecto:

Mas al que no obra, sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia.
Como también David habla de la bienaventuranza del hombre a quien Dios atribuye justicia sin obras,
diciendo,
        Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades son perdonadas,
        Y cuyos pecados son cubiertos.

Bienaventurado el varón a quien el Señor no inculpa de pecado.

    Éste es el perdón que Dios ofrece al que cree. No al que cree en Dios, sino al que cree a Dios, y confía en Él. El evangelio nos anuncia que Cristo murió por nuestros pecados, y si confiamos en Él, Él nos salva. Los sacramentos no salvan, ni son medios ni canales para recibir el perdón o la gracia santificadora. Todo lo que necesitamos para la salvación, nos lo da el Salvador mismo. ¿Tienes una relación así con el Señor Jesucristo, o todavía estás perdido en el laberinto de la Iglesia Católica, buscando el perdón que siempre está un poco más allá? 

Carlos Tomás Knott


miércoles, 19 de octubre de 2016

Cristo En Medio De Las Iglesias

En Apocalipsis 1:10-20 tenemos la primera visión del Señor Jesucristo en el libro. Se revela a Juan, no como manso y humilde, sino como poderoso, santo y glorioso. No es el Jesús del arte religioso, ni de las estampas, las estatuas y los crucifijos, sino el verdadero Señor Jesucristo vivo y glorificado.
    El versículo 13 dice que estaba en medio de los siete candeleros, que el versículo 20 identifica como las siete iglesias. Desde Su posición en el centro mismo de las iglesias, el Señor Jesucristo dirige a cada una de ellas. Las iglesias no tienen ninguna sede ni organización en el mundo. Jesucristo es su centro y cabeza. Él las gobierna. Cada iglesia tiene su gobierno establecido por Cristo, los ancianos que Él pone para pastorear a Su rebaño (1 P. 5:1-4). Pero más allá de un gobierno en la iglesia, bajo el señorío de Cristo, no existe otro gobierno entre las iglesias y su Señor.
    Observamos que Juan, aunque apóstol del Señor y quizás el único que quedaba, no estaba en medio de las siete iglesias. Cada iglesia tenía una relación directa con el mismo Señor. No hay "apóstoles" ni "obispos" ni "papa" sobre las iglesias. Las iglesias no tienen una “cúpola”, comité directivo ni presidencia. No se organizan en denominaciones ni federaciones con una estructura o gobierno por encima de el de cada iglesia local. Un hombre no puede ser anciano en más de una iglesia ni controlar a un grupo de iglesias. Tales cosas no están en el patrón del Nuevo Testamento. Por ejemplo, los ancianos en Éfeso no podían ser ancianos en Esmirna,ni vice versa. Los responsables en una iglesia no podían designar ni ni nombrar ni controlar a los ancianos de otra iglesia. Es decir, no hay autoridad/gobierno/dirección supraeclesial, excepto por la Cabeza, el Señor Jesucristo. Quienes intentan hacer esas cosas y otras parecidas lo hacen sin fundamento bíblico y usurpan un lugar que pertenece sólo a Cristo, por lo cual deben arrepentirse de este su pecado.
    Observamos que no había una iglesia madre que estaba en medio de las iglesias. La iglesia de Jerusalén no estaba en medio de las siete iglesias. La iglesia de Éfeso tampoco, aunque era la primera en la zona, y el apóstol Juan era de allí, y el apóstol Pablo había pasado tiempo allí. Ninguna iglesia gobierna a otra, ni debe dirigir los asuntos de otra. Los ancianos de una iglesia no deben intervenir en la vida de otra iglesia, pues no les corresponde. Han habido casos cuando hombres de otra iglesia han venido de visita y han declarado que una iglesia ya no puede celebrar la cena del Señor, y otros que intervinieron para "quitar" los ancianos y asumir ellos el gobierno de la iglesia. Todo este comportamiento carece de apoyo bíblico, y es una usurpación reprensible del Señorío de Cristo. El Señor Jesucristo está en medio de las iglesias, y Él tiene derecho a dirigir a todas y cada una. Esto lo hace mediante Su Palabra, Su Espíritu y Sus siervos.
    Observamos además que no había ninguna organización, denominación ni federación en medio de las siete iglesias. Las iglesias pueden y deben gozar de una comunión informal, y la ayuda mutua, que son cosas buenas, pero SIN organización formal. No existía ningún "consejo de las iglesias de Asia" ni estaba obligados a reunirse y tomar decisiones que afectan a las iglesias, ni pretendían representarlas ante el gobierno. Hoy en día tampoco debe haber tales consejos de iglesias del país, la provincia o el departamento, pues estas cosas no están en la Palabra de Dios. Las iglesias del Señor, no se organizaban en denominaciones, ni entraron en ninguna organización que centralizaba el dinero, el poder, el control de la doctrina, las actividades, los predicadores, ni nada semejante. Todo lo que tiende a centralizar el control de las iglesias en manos humanas y no en la Persona de Cristo, está digno de nuestra sospecha y rechazo.
    El Señor Jesucristo, todo glorioso, sabio y poderoso, está vivo, y Él es suficiente para Su Iglesia (universal) y para Sus iglesias (locales). Ellas no dependen las unas de las otras, sino de Él.
    Ahora bien, tengamos cuidado, porque la autonomía de las iglesias locales bajo el señorío de Cristo NO significa que sean independientes para hacer cada cual lo que le parece. Cristo está en el medio. Él y Su Palabra gobiernan todas las iglesias. El Señor puede por supuesto enviar a Sus ministros, como en las siete cartas a las siete iglesias, con Su Palabra que debe ser oída y obedecida con toda humildad. Pero cada iglesia tiene que decidir qué va a hacer con la Palabra del Señor. En las cartas a las iglesias, el Señor llama a cinco de ellas a arrepentirse, pero son ellas quienes deciden si lo hacen o no. Los mensajeros del Señor no toman las decisiones por las iglesias ni las gobiernan. Cuando las iglesias se dejan guiar por el Señor, obedecen a la Palabra del Señor inspirada por el Espíritu Santo, y gozan de un mismo sentir en el Señor, no es extra a que se parecen, pues tienen un gobierno central – en el cielo – que las dirige. Aunque autónomas, ninguna iglesia está independiente del Señor ni de Su Palabra. Las iglesias no tienen "libertad" ni mucho menos "derecho" a desechar ni modificar Sus instrucciones por razones de cultura, conveniencia, etc. Él Señor todavía está en medio de Sus iglesias. Todos debemos estar atentos a Él y asirnos de la Cabeza (Col. 2:19). "Oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias" es un consejo todavía vigente para todos nosotros.      
                               Carlos Tomás Knott

jueves, 6 de octubre de 2016

Alerta de Tormenta

Con el terrible huracán Matthew al frente de las noticias, amenazando y causando tanta destrucción, es buen momento para recordar que hay tormentas peores que huracánes, y Dios ya nos advirtió. Pero, ¿Quién se lo toma en serio?


“Alerta máxima del Servicio Nacional Meteorológico...
El Servicio Nacional Meteorológico ha puesto una alerta máxima hasta las 6:00 de la mañana del sábado por la posibilidad de que se produzcan fenómenos tormentosos acompañados de tornados, que podrán alcanzar velocidades de 200 km/h en las zonas alertadas.  Se aconseja que la población que habite en estas zonas de alerta estén pendientes de los medios de comunicación para posibles cambios en la previsión meteorológica”.

   
“También debes saber esto; que en los postreros tiempos vendrán tiempos peligrosos” (2 Timoteo 3:1).  Este versículo nos da una vista profética y una alerta sobre el final de la era de la iglesia. Las alertas de tormenta de Dios son aún más serias que las del Servicio Nacional Meteorológico. Eso quiere decir que cuando leemos una, debemos de prestar atención y tomar acción. Hagamos un paralelo a las palabras de la alerta del Servicio Nacional. “Una alerta de tiempos peligrosos significa que las condiciones son favorables para el desvío, el error y el mal espiritual en, y cerca de, la zona de alerta. Las personas en estas zonas deben estar pendientes de las condiciones espirituales peligrosas y consultar a las Escrituras para información y avisos adicionales”. Hay una declaración y una alerta posteriores en 2 Timoteo 3:13 que nos dice que las cosas no están mejorando. “Mas los malos hombres y los engañadores irán de mal en peor, engañando y siendo engañados”.
    En el versículo uno tenemos un aviso: “También debes saber esto”, dice el apóstol bajo inspiración divina. Esto no es una suposición ni una conjetura, sino una declaración clara sobre cosas que sin duda alguna llegarán a ocurrir. ¿Cuándo? “En los últimos días”, se nos dice. La palabra es eschatos y significa “extremo, sumo” (Hch. 1:8) o “último en el tiempo”. El final de la era presente está claramente en mente. Hay muchos avisos en el Nuevo Testamento sobre los últimos días. ¿Los conocemos, y los tomamos en serio? Aquí se nos avisa claramente del peligro: “vendrán tiempos peligrosos”. Esta palabra, “peligroso” viene de una palabra traducida “feroz” en Mateo 8:28. Significa complicado, difícil de soportar. ¿Por qué serán los tiempos complicados y difíciles de soportar? Porque “las condiciones son favorables para el desvío, el error y el mal espiritual en, y cerca de, la zona de alerta”. ¿Cuál es la zona de alerta? Sigue leyendo. Pero el aviso dado en el versículo uno debe de despertarnos y ponernos a todos en alerta. Viene una tormenta y tiene un poder destructivo.
    En los versículos 2-5a tenemos una descripción de las condiciones. Dieciocho condiciones peligrosas y destructivas se describen en los versículos 2-4. Estas condiciones empiezan con un amor extraviado (mal dirigido, desencaminado). En vez de amar Su venida (4:8), “habrá hombres amadores de sí mismos”. En cierto sentido este es el pecado padre que engendra a los demás. Sin embargo hoy el amor propio no sólo se enseña en el mundo, sino también en las iglesias, gracias a la llamada “psicología cristiana”. Sin duda, al escribir estas palabras, Pablo estaba impresionado ante el cambio futuro. En Romanos 7:18 dijo claramente: “y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien”. En Lucas 9:23 el Señor demandaba que Sus seguidores se negaran a sí mismos diariamente. El amor propio y la voluntad propia no tienen lugar en el reino de Dios. La próxima palabra en esta descripción es “avaros”, que quiere decir literalmente “amantes de la plata” y entonces “amantes del dinero”. Primera de Timoteo 6:10 dice que el amor al dinero es la raíz de todos los males. Y sin embargo las cosas que puede comprar son fuerzas poderosas hoy. El materialismo abunda, y sin embargo los materialistas están ciegos; ¡creen que los avisos acerca de los ricos y sus riquezas son para alguien más rico que ellos! Alguien dijo que en el billete del dolar estadounidense las palabras “en Dios confiamos” deberían cambiarse a “en este dios confiamos”, y seguramente tenía razón. El amor a uno mismo y el amor al dinero son malvados y destructivos. Seguimos leyendo y la descripción no mejora: “vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural (otro amor extraviado), implacables, calumniadores, intemperantes (pasiones indómitas), crueles, aborrecedores de lo bueno, traidores, impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más que a Dios”. Esto último se podría traducir: “amantes de los deleites en vez de amantes de Dios”, y esa es exactamente la idea aquí. Es otro amor extraviado. Algo indigno del amor ha desplazado, expulsado y ahogado el amor a Dios, que es el primer y más grande mandamiento. Conocerle es amarle, pero ¿quién tiene tiempo o interés? Hoy las personas aman la música, el deporte, la comida, la aventura, la televisión, las películas, las novelas y miles de otras cosas. Se aman toda clase de deleites, pero a Dios no se le ama. Al leer los versículos 2-4 vemos juntarse nubes negras de tormenta en el horizonte y sentimos como aumenta el viento. Vienen problemas, pero ¿dónde? ¿Cuál es la zona de alerta?
    Encontramos la información cuando leemos la primera parte del versículo 5. “Que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella”. Las personas de la iglesia. Tienen una apariencia de piedad, exteriormente. Se llaman cristianos y profesan conocer a Dios. Pero con sus obras le niegan (Tito 1:16). No tienen ningún poder espiritual, no tienen victoria sobre el pecado, no tienen una vida piadosa de devoción amante al Señor. Son impotentes, como un coche sin motor, están vacíos por dentro. Esas condiciones terribles, pecaminosas y destructivas descritas en los versículos 2-4 siempre han estado en el mundo desde los primeros capítulos de Génesis. Son los mismos viejos pecados de siempre, por decirlo así. Romanos 1 también habla de ellos, y da una lista aún más larga. Pero la diferencia es que en los postreros días estos pecados y estas personas pecaminosas van a infiltrarse en la iglesia. Las barreras de la separación, una palabra olvidada entre los evangélicos, no solo se han bajado, ¡sino que han desaparecido! Esto es por lo que los tiempos son peligrosos, difíciles de soportar. Porque la zona de alerta es la iglesia. En tiempos pasados, cuando el comportamiento de una persona encajaba con los versículos 2-4 estaba claro que no era creyente. Hoy en día la gente no piensa con tanta claridad. Los cristianos profesantes llenan las iglesias y van en multitud a los “conciertos cristianos” para disfrutar del entretenimiento ofrecido. Es la era de la iglesia orientada al consumidor, y si quieres que sea grande (que en América equivale al éxito), tienes que darle a la gente lo que quiere. Consulta a los estrategas del marketing o a los expertos en crecimiento eclesial. Pero si la gente viene por motivos tan egoístas, y si todo cuanto tienes que hacer es “levantar la mano”, o “hacer una oración” para ser salvo, sabemos el por qué de estas condiciones. No ha habido predicación del Evangelio, no ha habido declaración del pecado, no ha habido convicción, no ha habido ningún despertar para huir de la ira venidera, no ha habido arrepentimiento, no ha habido fe en nuestro Señor y Salvador Jesucristo – así, no ha habido salvación. Lo que vemos hoy no tiene nada que ver con la iglesia apostólica del cristianismo del Nuevo Testamento, sin embargo, todos somos felices. Los postreros días y los tiempos peligrosos están aquí. ¡El mundo se ha infiltrado en la iglesia y es difícil distinguir entre los dos! De hecho, muchas personas en las iglesias nunca han visto condiciones de santidad y separación. “Nacieron” en una iglesia donde ya había entrado el mundo, y estas terribles condiciones les parecen completamente normales. Tiempos peligrosos, sí, ¡tiempos de confusión y falta de discernimiento! “Condiciones favorables para el desvío, el error y el mal espiritual en, y cerca de, la zona de alerta”. El potencial para el daño es grande, ¡y la zona de alerta es la iglesia! ¿Qué hemos de hacer?
    En el versículo 5b tenemos instrucciones. Cuando la gente sabe que se acerca una tormenta, dedican todo su tiempo a prepararse, a tapar las ventanas, juntar provisiones y a veces a evacuar la zona de peligro.
    Nuestro Señor dijo: “porque los hijos de este siglo son más sagaces...que los hijos de la luz” (Lc 16:8). Hemos recibido una alerta, y nuestras instrucciones son sucintas y claras, no complicadas o técnicas. Dicen: “a éstos evita”. Podríamos decir: “aléjate del peligro”. Estas son las instrucciones apostólicas, y más, ¡son instrucciones divinas! La idea es evitar la clase de personas descritas en los versículos 2-4. Sabemos cómo evitar un charco o una persona desagradable, y deberíamos ser más diligentes en evitar a estas personas descritas. No hemos de tener comunión con ellas. Tiene que haber separación, a nivel personal y a nivel de asamblea. Los ancianos han de hacer caso a la Palabra, y asimismo todo creyente individual. Aún así muchos vacilan en lugar de hacer lo que dice la exhortación. Quizá están involucrados amigos o familiares. Quizás tienen miedo del menosprecio o el no ser invitados a ciertos círculos. Nuestro amor por el Señor y Su Palabra debe eclipsar toda otra preocupación. La única manera de evitar la contaminación y el daño es evitando a las personas descritas en nuestro texto. Acuérdate, no estamos hablando de no tener contacto con la gente del mundo que sabe que es inconversa y viven de acuerdo a eso. Debemos de alcanzarles y testificarles, no bajo sus términos, sino bajo los de Dios. La exhortación a evitar significa no tener comunión con aquellos quienes se llaman a sí mismos cristianos, “teniendo apariencia de piedad, pero negando la eficacia de ella”. No podemos andar con ellos porque no estamos de acuerdo (Amós 3:3). Pero hay algo más aparte de “a estos evita”. El versículo 14 dice: “pero persiste tú en lo que has aprendido y te persuadiste, sabiendo de quién has aprendido”. La palabra clave aquí es “persiste”. Sigue, no cambies, persevera. Timoteo había sido enseñado por el apóstol Pablo, y tenía que seguir fiel a lo que había aprendido. Tenemos que asegurarnos de que lo que hemos aprendido es doctrina apostólica, no las ideas de los hombres, técnicas de marketing, etc. Que cada uno de nosotros sea fiel a las enseñanzas del Nuevo Testamento. Que hagamos caso a los avisos y seamos diligentes en responder a las exhortaciones, y más preocupados por obedecer al Señor que por agradar a los hombres o mantener el status quo. Debemos recordar que hombres como Pablo nos han dado estas instrucciones, y que esos “santos hombres de Dios hablaron movidos por el Espíritu Santo”. Una terrible tormenta de mundanalidad y falsa profesión se cierne sobre las iglesias. Que el Señor nos ayude a todos a hacer caso a las alertas e instrucciones de la Escritura, y que nos salve del daño y la pérdida espiritual.
Carlos Tomás Knott