lunes, 22 de septiembre de 2025

¿Eres un cristiano “S.D.M.”?

¿Qué significa esto? ¿Es una nueva denominación? No, es una descripción de ciertos cristianos, y hoy en día está muy extendida. S.D.M., “Solo Domingo por la Mañana”, se refiere a los cristianos que solo asisten a una reunión los domingos por la mañana y se ausentan de las demás.1
    No es un comportamiento bíblico, pues Hechos 2.42 describe la conducta de los primeros cristianos: “Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones”.  No asistían ocasionalmente, sino que “perseveraban”. No consideraban que una reunión fuera más importante que las demás. Es típico entre los católicos pensar que si asisten a la misa ya han cumplido con Dios. Ellos quizás son los campeones de “S.D.M.”. Pero esta misma actitud se manifiesta ahora entre los evangélicos, que solo asisten el domingo por la mañana, y se ausentan de las demás. No vienen el domingo por la tarde para apoyar la reunión de predicación del evangelio. No asisten a la reunión de oración y estudio bíblico entre semana. Aparentemente, consideran opcionales estas reuniones. No apartan tiempo para la comunión con los demás en estas reuniones. Quienes así actúan no han cumplido con Dios.     
    Sin embargo, la recepción a la comunión de una iglesia incluye todas sus actividades. La recepción no es al partimiento del pan, sino a la asamblea. Implica mucho más que la cena del Señor. Indica la aceptación e inclusión en todas las facetas de la vida de la iglesia, su doctrina y testimonio. Un hermano dijo que la recepción es mutua. La iglesia local recibe a la persona, y la persona recibe a la iglesia, lo que indica que la acepta y está de acuerdo con ella. De lo contrario, no debe haber recepción.
    Si la iglesia se reúne cada domingo por la mañana, son 52 reuniones al año, y si también el domingo por la tarde, son otras 52 reuniones al año. Además, hay una reunión entre semana para orar y estudiar la Palabra, que también son 52 al año. En total, son 156 reuniones al año, según este ejemplo. Pero los cristianos que solo asisten a la iglesia los domingos por la mañana se pierden 104 reuniones al año, es decir, faltan a dos tercios de las reuniones. No acuden para apoyar la predicación del evangelio, para orar o para estudiar la Palabra, y en todas esas ocasiones pierden la comunión con los demás. ¿De qué manera se puede considerar que esas personas están realmente en comunión en la iglesia, ya que no tienen tiempo para ella?
    Además, debemos recordar que el Señor Jesucristo nos enseña a poner a Dios en primer lugar en nuestra vida. “Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mt. 6.33). “Primeramente” indica preferencia y prioridad. ¿Qué importancia le damos a las actividades de la iglesia? El trabajo, las preocupaciones y las actividades sociales de la familia no deben tener preferencia sobre ellas. Si viene una visita, puede acompañarnos o esperar hasta que volvamos. Si un familiar nos pide un favor que nos impediría reunirnos, debemos decirle que ya tenemos una obligación previa.
    Considera el testimonio del Señor en Lucas 4.16, “... en el día de reposo entró en la sinagoga, conforme a su costumbre”. Su costumbre y prioridad era reunirse con el pueblo de Dios en el lugar designado. No tenía que decidir en cada ocasión si se iba a reunir o no, pues esa decisión ya se había tomado. El cansancio y los compromisos con la familia no figuran en esta decisión. Si había reunión del pueblo de Dios, uno sabía dónde encontrar a Cristo, porque Él estaba presente, “conforme a su costumbre”. Debemos seguir Su santo ejemplo y tener esa misma costumbre. 
     El Señor todavía se reúne con los creyentes conforme a Su promesa. “Donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mt. 18.20).  Alguien dijo que el Señor siempre está en todas las reuniones y que nos espera para compartir con nosotros. Debemos considerar que las reuniones son nuestras “citas previas” con el Señor.     

 No se refiere a las personas que por enfermedad, trabajo o viaje no pueden congregarse. Pero no debemos aceptar otros compromisos, porque ya tenemos uno con el Señor.

                                           Carlos

miércoles, 1 de enero de 2025

Cómo Comenzar Bien El Año


 por William MacDonald

“Este mes os será principio de los meses;  para vosotros será éste el primero en los meses del año”.  

 Éxodo 12.2


Las resoluciones de Año Nuevo suelen ser buenas, pero frágiles, es decir, se rompen fácilmente. Las oraciones de Año Nuevo, en cambio, son mejores porque ascienden al trono de Dios y ponen en movimiento las ruedas de la respuesta. Al llegar al comienzo de otro año, sería bueno hacer nuestras las siguientes peticiones:


    · Señor Jesús, hoy me consagro nuevamente a ti. Deseo que tomes mi vida este año nuevo, comenzando ahora, y que la emplees para tu gloria. “Que mi vida entera esté consagrada a ti, Señor”.

    · Te ruego que me guardes del pecado, de cualquier cosa que deshonre Tu Nombre.

    · Hazme dócil por el Espíritu Santo. Quiero avanzar y crecer en Ti. No permitas que me quede atrapado en un bache ni que me desvíe del camino.

    · Que mi lema este año sea: “Es necesario que él crezca, y que yo mengüe”. Toda la gloria sea para Ti, y ayúdame a no tocarla.
    
    · Enséñame a orar y esperar en ti antes de cada decisión. Me aterroriza la idea de apoyarme en mi propia prudencia. “Conozco, oh Jehová, que el hombre no es señor de su camino, ni del hombre que camina es el ordenar sus pasos” (Jer. 10.23).

 
    · Muera yo al mundo y aun a la aprobación o censura de los que amo o de mis amigos. Dame el deseo único y puro de hacer las cosas que agradan a Tu corazón. Guárdame de murmurar y criticar a los demás. Más bien ayúdame a hablar cosas edificantes y provechosas.

    · Guíame a las almas necesitadas. Sea yo amigo de los pecadores, así como Tú lo eres. Inunda mis ojos de lágrimas de compasión por los que perecen. “Miraré a la multitud como mi Salvador la vio, hasta que mis ojos de lágrimas se llenen. Contemplaré con dolor a las ovejas errantes, y por amor a Él,  las amaré”.

    · Señor Jesús, no permitas que me vuelva frío, amargado o cínico a pesar de todo lo que pueda pasarme en la vida cristiana.

    · Guíame en la administración de mi dinero. Ayúdame a ser buen administrador de todo aquello que me has confiado.

    · Ayúdame a recordar momento a momento que mi cuerpo es templo del Espíritu Santo, y que esta tremenda verdad influya en toda mi conducta.

    · Y, Señor Jesús, pido que este sea el año de Tu retorno. Anhelo ver Tu rostro y postrarme a Tus pies en adoración. Durante todo este año, que se mantenga fresca en mi corazón la esperanza bienaventurada. Líbrame de todo lo que pudiera detenerme aquí, y guárdame en la cúspide de la esperanza. “¡Ven, Señor Jesús!”

 

del libro DE DÍA EN DÍA, CLIE


miércoles, 20 de noviembre de 2024

DIGNO ES EL CORDERO

 


 “¿Quién es digno?... no se había hallado a ninguno digno”.
“Digno eres...el cordero que fue inmolado es digno” (Ap. 5:2, 4, 9, 12).

“Digno” es una palabra clave en este pasaje. La gran pregunta lanzada en el cielo es: “¿Quién es digno?”  La respuesta – nadie. Juan, viendo que no se hallaba a ninguno digno, lloró. Es el único caso registrado de alguien que llora en el cielo. Y se le dijo: “No llores” (Ap. 5.5).
    Tenía que aprender lo que todo el cielo sabe, y ahora nosotros también lo sabemos por la gracia de Dios: sólo el Cordero de Dios es digno. En el cielo nadie adora a la virgen, los santos, los ángeles ni los cuatro seres vivientes. ¡Nadie habla de la dignidad del ser humano! Todo el cielo adora únicamente a Dios y al Cordero. De eso se ocupan en los capítulos 4 y 5 de Apocalipsis, dándonos ejemplo. Aquí abajo, desde el planeta todavía rebelde, los creyentes unimos nuestra voz a las del cielo. Hermanos, una de las formas más puras de adoración es proclamar la dignidad del Cordero.
    En las escenas de adoración en la Biblia, toda palabra es dirigida directamente al Señor. La práctica de acercarse a un micrófono y “dar un pensamiento”, o exponer algo delante de los hombres en la Cena del Señor, demuestra que aún no hemos entendido bien la adoración. Todo lo que hay que decir puede ser dirigido directamente al Señor, ministrando a Su Persona, en lugar de dirigirse a la congregación. Ellos oirán lo que decimos, pero debemos decirle al Señor, como vemos en Apocalipsis 4 y 5.
    Los que están en el cielo doblan las rodillas y se postran en adoración. Dentro de no mucho, toda rodilla se doblará en la tierra y debajo de la tierra, y toda lengua confesará que Jesucristo es el Señor. Pero ahora, congregados en Su Nombre, podemos seguir el ejemplo celestial. Adoremos, confesemos la gran dicha de Su señorío, y proclamamos gozosos: “Digno eres... porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios” (Ap. 5.9).

Carlos