sábado, 13 de febrero de 2016

¿ES MARÍA MEDIADORA?

EL DOGMA DE LA INMACULADA 
Y LA SALVACIÓN DE DIOS

extracto del libro con el mismo título, 
por Antonio Rodríguez Galende
La expresión es rimbombante, pero en la Escritura no hay ribete alguno que permita suponerla, y menos aceptarla como cierta. Job 33:23 atisba acerca de un “mediador muy elocuente escogido”, de manera que, aunque brevemente, trataré de presentar tal Mediador:

PRIMERO. He. 9:15 afirma que Cristo es “el Mediador de un Nuevo Pacto”. He. 12:24 manifiesta: “A Jesús, EL Mediador del Nuevo Pacto”. He. 8:6 expone: “Pero ahora tanto mejor ministerio es el suyo, cuanto es mediador de un mejor pacto, establecido sobre mejores promesas”.

Pues bien, la Escritura Santa no deja lugar a dudas en cuanto al Mediador del Nuevo Pacto que Dios hace con el hombre en este tiempo de Gracia que Dios concede a la Humanidad. (Posiblemente sea muy pronto cuando cierre esas puertas de su Gracia y de nuevo abra las de su Ley)

La Escritura presenta a “Jesús, el Mediador del Nuevo Pacto”, mientras que de María ni en remoto asomo habla de ella. Antes bien, y para que nadie tuviese duda, la Escritura sella el asunto con las siguientes palabras:

“Porque hay un sólo Dios, uno también el Mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo Hombre, el cual se dio a Sí mismo en rescate por todos, de lo cual se dio testimonio a su debido tiempo. Para esto yo fui constituido predicador y apóstol, (digo verdad en Cristo, no miento), y maestro de los gentiles en fe y verdad”, 1 Ti. 2:5-7.

Así pues, Pablo Apóstol, el que tanto instruyó a los hijos de Israel, y fue “constituido por Dios como predicador y apóstol, y maestro de los gentiles en fe y verdad”, nada dice de la supuesta mediación de María. Más bien cerró la puerta a esa mediación afirmando haber dado testimonio “de la mediación única de Cristo, de lo cual se dio testimonio a su debido tiempo”; y aún pone firma y sello al asunto diciendo: “No miento”.

El alegado de que María es “mediadora secundaria”, es un mero alegato basado en argumentos terrenales que llevan a conclusiones que colisionan de plano con los asertos divinos, y nada hace cambiar las claras y sencillas enseñanzas del Ser Supremo, sino que se enfrenta contra ellas.

SEGUNDO. En cuanto a que María sea la “mediadora de la Reconciliación”, notemos que tal reconciliación se refiere al acto de reconciliación del pecador con Dios. Obviamente, también aquí María brilla, no por una presencia de inutilidad, sino  por su plena ausencia.

De modo que presento algunos pasajes que tan alto y fuerte hablan que ni siquiera intento alzar mi pobre pluma para comentar nada, sino sólo para que puedan meditarse y considerarse seriamente esas citas, a fin de poder captar siquiera algo de “la multiforme sabiduría de Dios”, Ef. 3:10.

Dios es el sabio “Arquitecto y Constructor”, He. 11:10, y nos ha dado a sus operarios los planos de construcción, y los materiales que en su proyecto de obra demanda para la edificación adecuada.

Así, pues, teniendo esas instrucciones debemos respetar la voluntad divina y no agregar el ladrillo humano donde está excluido porque solo se debe edificar con la piedra selecta de la cantera divina. Así que es cosa de obedecer, y nada más.

“Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres su pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación. Así que somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios. [porque] Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en Él”, 2 Co. 5:18-21.

“Y por medio de Él [de Cristo] reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su Cruz. Y a vosotros también, que erais en otro tiempo extraños y enemigos en vuestra mente, haciendo malas obras, ahora os ha reconciliado en su cuerpo de carne, por medio de la muerte, [de Cristo] para presentaros santos y sin mancha e irreprensibles delante de Él”, Col. 1:20-22.

“Por tanto, acordaos de que en otro tiempo vosotros, los gentiles en cuanto a la carne, erais llamados incircuncisión por la llamada circuncisión hecha con mano en la carne [llamados paganos por los hijos de Israel]. En aquel tiempo estabais sin Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo. Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo.
    Porque Él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación, aboliendo en su carne las enemistades, la Ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en Sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz, y mediante la Cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo, matando en ella las enemistades.
    Y vino y anunció las buenas nuevas de paz a vosotros que estabais lejos y a los que estaban cerca; porque por medio de Él los unos y los otros tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre.
    Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios, edificados sobre el fundamento de los Apóstoles y Profetas, siendo la principal piedra del ángulo [no Pedro, sino] Jesucristo mismo, en quien todo el edificio bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor; en quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu”, Ef. 2:11-22.

    “Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. Pues mucho más estando ya justificados en su sangre, por Él seremos salvos de la ira. Porque si siendo enemigos fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida. Y no solo esto, sino que también nos gloriamos en Dios por el Señor nuestro Jesucristo, por quien hemos recibido ahora la reconciliación”, Ro. 5:8-11.

Vemos, pues, que la Escritura es clara y contundente, de modo que haya sumo cuidado con el ser maligno porque en sus argucias llega incluso a hacerse pintar como un simple muñecote del tebeo religioso y del antirreligioso, pero que mantiene bajo sus fuertes garras a muchedumbres dominadas bajo su siniestro poder.

Tan simulado está su engaño que muchedumbres le rinden sacrificio bajo el engaño religioso de mero tinte cristiano, pues como instruye el Apóstol, y se ha expresado en páginas anteriores: “Digo que lo que sacrifican los gentiles, a los demonios y no a Dios lo sacrifican”, 1 Co.10:20.

En fin, como María no es mediadora entre Dios y los hombres, no reconcilia con Dios a ningún pecador que a ella recurra.

EL DOGMA DE LA INMACULADA Y LA SALVACIÓN DE DIOS. Capítulo III: Pensamientos humanos. La Mediadora de la reconciliación, ¿enemiga de Dios un solo instante? Páginas 38-39.