martes, 26 de mayo de 2015

Desmentido: El muchaco no estuvo en el cielo





 









La industria de la "ascensión" es una fuente de ingresos muy lucrativa del escenario de los libros cristianos. Diversos libros sobre personas (sobre todo niños pequeños) que, supuestamente, estuvieron en el cielo y regresaron, han tocado a un público millonario, incluyendo círculos conservadores. Uno de estos pequeños que dijo haber estado en el cielo, Alex Malarkey, hace años ya que señala que su vieje al cielo fue inventado. Su padre, quien fue el impulsor, escribió el libro junto con él: The boy who came back from heaven ("El niño que volvió del cielo"). La mentira ahora se ha dado a conocer públicamente, y la casa Tyndale ha puesto fin a la entrega de la edición en EE.UU., como informó the guardian el día 21 de enero de 2015.

fuentes:
http://www.theguardian.com/books/2015/jan/21/boy-who-came-back-from-heaven-alex-malarkey

http://www.washingtonpost.com/blogs/style-blog/wp/2015/01/15/boy-who-came-back-from-heaven-going-back-to-publisher/ 

revista: Llamada de Medianoche, junio 2015
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"porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores. Mas tú, oh hombre de Dios, huye de estas cosas, y sigue la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre"  (1Ti. 6:10-11).

 

sábado, 23 de mayo de 2015

Los Terrores Del Infierno


Algunos preguntan por la primera parte del libro. Aquí está.

LOS TERRORES DEL INFIERNO

La doctrina del infierno es una de las más olvidadas de toda la Escritura. Cuando hoy se menciona el infierno, generalmente es ridiculizado, como si todo la idea del infierno estuvieras tan pasada de moda que sólo los ingenuos e ignorantes pudieran creer que un lugar así realmente exista. Esto no es difícil de entender. El hombre natural aborrece la idea de tener que dar cuenta de su vida delante de un Dios santo, él (el hombre natural) ama el pecado y no quiere vivir sin él. la mente no regenerada presenta una objeción tras otra con tal de no encarar la realidad del infierno. El ser humano vive su vida pensando que si ignora una dificultad por un determinado tiempo puede que ésta desaparezca. Hasta los líderes religiosos tenidos por conservadores comienzan ahora a atacar la idea del infierno. Dejemos que los hombres hagan lo que les plazca, seguros de que las frívolas objeciones de los necios no conseguirán destruir la realidad del infierno.
    En medio del clamor que busca aniquilar el infierno están aquellos que creen que la Biblia es verdad, estos deben pararse y hablar. Meditar en los terrores del infierno puede ser uno de los ejercicios más importantes que puedas hacer en esta vida. “Si el que oye el sonido de la trompeta no se da por advertido, y viene una espada y se lo lleva, su sangre será sobre su cabeza” (Ezequiel 33:4). Pido el favor de que el lector se tome el tiempo de leer este librito hasta el final.
    ¿Por qué debería uno preocuparse por el infierno? ¿Por qué gastar tiempo leyendo sobre el infierno? Son varias las razones que nos muestran el beneficio de hacerlo:

1) Oír de los terrores del infierno puede chocar a la consciencia y despertarle de su falsa seguridad.

2) Saber del infierno contribuye a detener al hombre de su camino de pecado. Tanto el piadoso como el malvado son persuadidos de no pecar cuando recuerdan los terrores del infierno.

3) Conocer los terrores del infierno puede ayudar a despertara aquellos que piensan que son salvos sólo porque creen en Cristo o en los hechos del Evangelio, pero que no son realmente salvos sino que están de camino al infierno, sin saberlo.

4) Predicar la doctrina del infierno es beneficioso tanto para creyentes e incrédulos, como será demostrado.

    ¿Por qué muchas personas no tienen miedo del infierno? Parece que hoy hay una real carencia de miedo a la realidad del infierno. Esto afecta tanto a aquellos que asisten a la iglesia como a los que viven en el mundo. la gente no teme el infierno, ¿por qué?
    Una persona no tendrá miedo de un león cuando es un cuadro en la pared. ¿Cómo es esto? Bueno, se trata sólo de una pintura. Sabe que no es real. Pero si esa persona fuera dejada sola en la jungla y se encontrara cara a cara con una león real, rugiendo ferozmente, entonces se llevaría un susto de muerte. la consciencia del ser humano tocante al infierno es semejante a la del hombre que sólo ve un león pintado en un cuadro. Sin embargo, oímos del infierno en la Biblia. Sabemos que el Señor Jesús habló del infierno. De hecho, Cristo habló más del infierno que de ninguna otra cosa en las Escrituras. ¿Cómo es que los hombres no creen que el infierno es real? Porque no han escuchado lo suficiente sobre él. No han estudiado todo lo que la Biblia enseña sobre el tema. No es lo que oímos solamente lo que contribuye a forjar nuestra creencia, lo que no oímos también contribuye a formar nuestro sistema de creencias. Únicamente el Espíritu Santo puede presentar a nuestros corazones los terrores del infierno de tal modo que los sintamos más reales que nunca. La doctrina del infierno ha sido usada por Dios en la conversión de pecadores más que ninguna otra de las Escrituras. Ora para que, mientras lees este tratado, el Espíritu Santo pueda mostrarte el infierno tan auténticamente real como es.

LA NECESIDAD DEL INFIERNO

    Muchos de los que hoy día se burlan del infierno, probablemente lo hacen por varias razones. Primeramente se trata de un deseo de estos de continuar en sus propios caminos de pecado sin tener sus conciencias preocupadas con la idea de las consecuencias de sus acciones. No quieren oír que lo que están haciendo está mal. No quieren oír que sus pecados serán castigados. Alguien pudiera objetar: “El tormento eterno en el infierno, ¿no es incoherente con un Dios misericordioso y amante? ¿Cómo puede un Dios bueno castigar a la gente enviándola al infierno para siempre?” Un malentendido del carácter de Dios y de la naturaleza del pecado puede llevar fácilmente a este tipo de preguntas. ¿Por qué es necesario el infierno? Examinemos algunas razones que nos hablan de su necesidad.

1) La pecaminosidad del hombre y la santidad de Dios. La dificultad que la mayoría de la gente tiene a la hora de comprender la necesidad del infierno está relacionada con su incompleto e inadecuado entendimiento de lo terrible que es el pecado y de lo santo y glorioso que es Dios. No vemos el mal tan grande que hay en el menor de los pecados ni entendemos la santidad de Dios, su justicia y su ira. Si viéramos el pecado como la maldad más grande en el mundo y nos diéramos cuenta de que cada pecado es un rechazo del gobierno de Dios sobre nosotros, una burla, una bofetada en su rostro, lanzarle estiércol a Él, comenzaríamos a comprender un  poco de lo que nuestro pecado representa para Dios. Cada vez que pecamos erigimos un dios rival en nuestro corazón, en la forma de nosotros mismos o de nuestro vicio más querido. El pecado rechaza al Creador como Dios y pone la criatura en su lugar.
    Si pudiéramos entender la santidad de Dios y lo que significa ser santo, puro, perfecto, justo, incontaminado, limpio hasta del menor pecado, tendríamos una idea mejor de por qué Dios aborrece tanto el pecado. La santidad absoluta no puede tolerar el menor de los pecados. “Muy limpio eres de ojos para ver el mal, ni puedes ver el agravio” (Habacuc 1:13). Si pudiéramos comprender la gloriosa santidad de Dios y su pureza, así como la naturaleza abominable del pecado, entonces no tendríamos problema con la necesidad absoluta del infierno.
    “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?” (Jer. 17:9). El corazón humano está enfermo, es malvado, engañoso. La corrupción del corazón hace que el ser humano sea engañado respecto a la fealdad del pecado.

2) La naturaleza infinita de Dios. Para entender lo que el pecado realmente es, debemos verlo a través de los ojos de Dios. Dios es un ser infinito y eterno. Cada acto pecaminoso es cometido contra un Dios infinito y santo. Con cada pecado destronamos a Dios y nos colocamos a nosotros mismos por encima de Él. En cada pecado se encierra esta cuestión: "¿Cuál es la voluntad a cumplirse, la de Dios o la del hombre? Mediante el pecado, el hombre coloca su voluntad por encima de la del Señor, de tal modo que pone a Dios como basura bajo sus pies”. Un solo acto pecaminoso cometido contra un Dios santo e infinito merece castigo infinito. Es un mal infinito ofender a un Dios infinito, incluso una sola vez.

3) La justicia divina. Un solo pecado contra Dios obliga a Dios a vindicar Su nombre y Su justicia mediante un castigo tan completo como sea debido. Dios puede y quiere vindicar Su justicia. Lo promete en Romanos 12:19, donde dice en efecto: “Amados, nunca os venguéis vosotros mismos, sino dar lugar a la ira de Dios, porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor”. Uno de los predicadores más grandes que jamás haya existido, Jonathan Edwards, escribió: “La gloria de Dios es el mayor bien; es el fin supremo de la creación, es de más importancia que cualquier otra cosa. Pero hay un modo mediante el cual Dios se glorificará así mismo, a saber, la destrucción eterna de los impíos, que glorificará Su justicia. Entonces se presentará como un gobernador justo de este mundo. La justicia vindicativa de Dios se presentará estricta, puntual, asombrosa, terrible y por tanto gloriosa”.


 
del libro Los Terrores del Infierno, Copyright © 1992 by William C. Nichols
Traducido al castellano por Alfonso Ropero

título en inglés: The Terrors of Hell

El Infierno: Aplicación Para Los Creyentes Y Los No Creyentes


(Los Terrores del Infierno, parte III)

 


Los profetas del Antiguo Testamento nos avisan constantemente de los peligros del infierno: “¿Quién de nosotros habitará con el fuego consumidor? ¿Quién de nosotros habitará con las llamas eternas?” (Isaías 33:14). “En presencia de su indignación, ¿quién resistirá? ¿Quién se mantendrá en pie ante el ardor de su ira? Su furor se derrama como fuego” (Nahum 1:6). Pecador, ¿eres tan arrogante como para pensar que puedes soportar la ira de Dios cuando sea derramada en toda su capacidad sobre ti? Es posible que pienses que el infierno no es tan ardiente como se pinta y que podrás soportarlo bastante bien. Si crees esto eres algo más que un necio. los terrores del infierno hacen que hasta los mismos demonios tiemblen, ¿eres tú tan necio como para permanecer inmóvil ante estos o tomarlos a la ligera?
    No pienses que simplemente porque vas a la iglesia, o crees en Dios, o aceptas intelectualmente las verdades del cristianismo, escaparás del infierno. La mayoría de los que asisten regularmente a cultos de una iglesia cada semana alrededor del mundo irán al infierno. Thomas Shepard, pastor y fundador de la Universidad de Harvard (EE.UU.), escribió: “Creyentes nominales y hombres que creen ser salvos que tienen algo parecido a la fe, al pesar, al verdadero arrepentimiento, a los buenos deseos; pero solo son imágenes; engañan a otros y a sí mismos ... la mayoría de los que viven en la iglesia perecerán”.
    Tú, que dices ser cristiano pero que no lees mucho la Biblia y oras poco: ¿cómo piensas escapar del castigo del infierno? Tú, que no te preocupas mucho de los pequeños pecados ni de los pensamientos vanos y sucios que te pasan por la mente: ¿estás preparado para ir al infierno? Tú, que piensas que el reino de Dios consiste en una confesión verbal de fe en Cristo o aceptación intelectual de que Jesús murió por tus pecados, pero que no te interesas por llevar una vida santa, piadosa, ni dedicar algún pensamiento a Dios durante la semana: ¿estás preparado para soportar los tormentos del infierno, día y noche, por los siglos de los siglos? Deberías estarlo, pues si estas cosas son ciertas de ti, estás en camino directo al infierno, a menos que te arrepientas. ¡No te engañes a ti mismo! El cristianismo no consiste en palabras o afirmaciones piadosas o creencias intelectuales, sino en un corazón nuevo y una nueva vida apartada del pecado y dedicada a la gloria de Dios. Si tu corazón y tu vida no han sido cambiados por Dios, aún estás en tus pecados. Si estás viviendo en abierta desobediencia a la Palabra de Dios y eres indiferente a ello, no tienes ningún derecho a creer que vas a ir al cielo, por el contrario, estás en el camino del infierno. Arrepiéntete de todos tus pecados y vuélvete a Jesucristo y ríndete a él como Señor. Presta atención a las palabras de Cristo: “Si tu ojo te es ocasión de pecar, arráncatelo y échalo de ti. Te es mejor entrar en la vida con un ojo, que teniendo dos ojos, ser echado en el infierno de fuego” (Mateo 18:9). “Nada menos que el negarse por completo a uno mismo, abandonar el ídolo más acariciado, abandonar el hábito pecaminoso más acariciado – figuradamente representado como cortar la mano o arrancar un ojo – es lo que Cristo exige de todo aquel que quiere tener comunión con Él”.  Recuerda que la dificultad que conlleva abandonar todo por Cristo no es nada comparada con pasar toda la eternidad en el infierno.
    No creo que nadie se espante por la idea de ir a al cielo, pero sí de ir al infierno, de tal modo que pudiera comenzar a buscar a Dios de todo corazón y a implorar la misericordia divina. El ser humano está en el borde mismo del abismo del infierno, pronto a caer precipitado en él, y aún así, completamente inconsciente de semejante peligro. Si oír hablar del infierno puede conseguir que personas insensibles a su situación real consideren las verdades eternas, entonces, predicar sobre el infierno es bastante beneficioso. Es mejor considerar ahora el infierno, mientras vivas; y ser aterrorizado por esto, que tener que soportarlo luego.
    No quisiera que estuvieras más atemorizado del infierno como de pecar. El pecado es tu verdadero enemigo. El pecado es peor que el infierno porque el pecado dio a luz el infierno. ¿Estás dispuesto a ir al infierno por toda la eternidad a cambio de unos cuantos placeres y lujuria aquí en la tierra? ¡Huye del pecado! Deja de vivir para el yo y la auto gratificación y acude a Jesucristo. Cuando mueras será demasiado tarde. Toda oportunidad de arrepentimiento se limita a la vida en la tierra.
    Esta doctrina es tan beneficiosa para el justo corno para el injusto. La doctrina del infierno debería llevar al justo a temer a Dios. Un temor santo es útil de muchas maneras. Aquel que teme a Dios en su corazón tiene un mayor respeto por los mandamientos de Dios. Quien realmente teme a Dios no temerá a los hombres y preferirá enemistarse con los hombres que con Dios (Isaías 8:12-13). Esta doctrina debería aumentar la fidelidad y el gozo del justo en Cristo, puesto que ha sido salvado de los tormentos del infierno y, del mismo modo, debería aumentar su amor por Cristo que soportó la ira de Dios en la cruz en su lugar.
    La doctrina del infierno tendría que producir en ti temor al pecado. Tendría que hacer que temieras hasta los pecados más pequeños y ser diligente en confesarlos, tanto de corazón como de pensamiento y vida. Deja que la doctrina del infierno te guarde de practicar el pecado.
    La doctrina del infierno debería ayudar al creyente a ser paciente en los días de aflicción. No importa lo grande que sean tus tribulaciones en este mundo, son mucho más pequeñas que los tormentos del infierno, de los cuales el Señor ha salvado a los santos. Puede que tengas que atravesar tormentos  menores en este mundo, pero recuerda que son meramente temporales y que has sido liberado del más grande de todos ellos de modo que puedas regocijarte aún en el tiempo de la aflicción.
    Esta doctrina ayuda a motivarte a testificar a otros de Cristo y su mensaje. Eryl Davies escribió en su libro The Wrath of God  (“La Ira de Dios”): “La eternidad de los sufrimientos del infierno deberían hacernos más celosos y prontos a hablar a la gente del único que puede salvarles. ¿Rehuimos declarar estas solemnes verdades? ¿Nos disgusta la idea del infierno? Recuerda que Dios será glorificado incluso por medio de los castigos eternos de los incrédulos en el infierno. Su majestad ofendida será vindicada... lo que es supremo en el propósito de Dios a la hora de elegir y reprobar a los hombres es su propia gloria, y el infierno también glorificará su justicia, su poder y su ira por toda la eternidad. Mientras tanto es nuestra responsabilidad orar y procurar la salvación de los pecadores antes que castigo tan horrendo caiga sobre ellos”.
    No puedo terminar sin una palabra final dirigida a aquellos que se creen convertidos pero que no lo están, y también para aquellos que saben que no están convertidos. ¿Puedes concebir la eternidad? Detente un momento y trata de imaginar ser atormentado incesantemente, para siempre, sin final. ¿Esto no te aterroriza? Jamás una oportunidad de descanso; o una gota de agua fría que refresque la garganta. Piensa de nuevo la duración de la eternidad. Trata de imaginártela: día y noche, por los siglos de los siglos, ardiendo con fuego como una araña en una hoguera. Gritos, lamentos, dolor, maldiciendo el día de haber nacido; y siendo maldecido eternamente por los demonios y condenados alrededor. Recordando, siempre recordando las veces que fuiste advertido en la tierra y cómo ignoraste todos aquellos avisos: auto satisfecho y auto engañado, creyendo que todo estaba bien con tu alma. La mujer de Job le dijo a éste que maldijera a Dios y muriera. A no ser que te arrepientas y vayas a Cristo, quien es tu única esperanza, serás maldito por Dios y eternamente atormentado por Él en Su presencia, en la terrible plenitud de Su ira, sin poder morir jamás. Nunca morirás, amigo. ¡Tú no morirás jamás! ¡La eternidad es para siempre!
Copyright © 1992 by William C. Nichols
Traducido al castellano por Alfonso Ropero

Los textos bíblicos son de la Biblia de las Américas, 
© The Lockman Foundation 1986, y de la Reina Valera revisión de 1960.




Notas:
1. Thomas Shepard, The Works of Thomas Shepard (“Las obras de Thomas Sephard”), vol. 1, p. 94. AMS Press, Nueva York, 1967.
2.Jonathan Edwards, The Works of Jonathan Edwards (“Las obras de Jonathan Edwards”), vol. 11, p. 87. The Banner of Truth, Edimburgo 1974.
3.Id. p. 82.
4.Christopher Love, Hell's Terrors (“Los terrores del infierno”), p. 19. T.M. Londres 1653.
5.J. Edwards, op. cit., p. 884.
6.Id. P. 80.
7.Id. p. 81.
8.Charles Haddon Spurgeon, The New Park Street Pulpit (“El Púlpito de la calle New Park Street”), vol. 1, p. 308. Baker Book House, Grand Rapids 1990.
9.C. Love, op.cit., pp. 54-55.
10.John Gerstner, Heaven and Hell (Cielo e Infierno), p. 77. Baker Book House, Grand Rapids 1991.
11.Thomas Shepard, The Works of Thomas Shepard (“Las obras de Thomas Shepard”), vol. 1, p. 58. AMS Press, Nueva York 1967.
12.Arthur W. Pink, Studies in the Scriptures (“Estudios en las Escrituras”), p. 18. Enero 1932.
13.E. Davies, The Wrath of God (“La ira de Dios”), p. 59, Evangelical Press of Wales, Glamorgan 1984.

La Eternidad Del Infierno

(Los Terrores del Infierno, parte II)

El aspecto más terrorífico del infierno es el de su duración. El infierno es eterno, es decir, para siempre, sin fin. ¿Puedes entender la eternidad? Ninguna fórmula o ecuación matemática puede explicarla. Tu mente no puede concebir la eternidad, y, sin embargo, es real pesar de todo. Solamente este aspecto del infierno debería hacer que los hombres gritarán en arrepentimiento. No es extraño que los escépticos de todos los tiempos hayan atacado la naturaleza eterna del infierno, sustituyéndola por doctrinas como la aniquilación de los incrédulos. Echemos una mirada más a las Escrituras para verificar la naturaleza eterna del infierno y tratar de entender mejor la eternidad. Después miraremos por qué tiene que ser eterno el infierno.
    “Y el diablo que los engañaba fue arrojado al lago de fuego y azufre, donde también está la bestia y el falso profeta; y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos” (Ap. 20:10). Este versículo nos muestra con claridad la duración del infierno. El infierno es por los siglos de los siglos. ¿Podría usarse una afirmación más tajante que esta? Si el Espíritu de Dios quiso comunicar a los seres humanos la naturaleza eterna del infierno, ¿que puede comunicar esto mejor que la expresión “por los siglos de los siglos”? La Escritura no contiene otra mayor expresión que denote eternidad sino
por los siglos de los siglos”, porque es la misma afirmación que se aplica a la existencia eterna de Dios mismo: “Al que está sentado en el trono, al que vive por los siglos de los siglos” (Ap. 4:9). ¿Hay quien dude de que Dios vivirá por toda la eternidad? ¿Por qué, entonces, dudas que el infierno permanecerá toda la eternidad siendo que se utiliza la misma expresión para ambos?
    “No es mucha la idea que podemos hacernos de esta cuestión, pero, para ayudarles en su manera de concebirla, imagínense en medio de una hoguera o de un gran horno, donde su dolor es mucho más grande que el que ocasiona el roce accidental de un carbón ardiendo, puesto que su calor es superior. Imaginen también que sus cuerpos sean retenidos en ese lugar durante un cuarto de hora, en plena consciencia, ¡cuán grande el horror de entrar en semejante horno! ¡Y que largo les parecería ese cuarto de hora! Después de haberlo soportado durante un minuto, que insufrible sería pensar que todavía faltaban otros catorce. Pero, ¿cuál sería el efecto producido en sus almas, si ustedes supiesen que tendrían que permanecer en ese tormento durante veinticuatro horas... o un año entero... o miles de años? ¡Oh, entonces, cómo se hundirían sus corazones si supieran que habrían de sufrir, y año tras año, ¡sin final! ¡Nunca terminará! ¡Que después de un millón de millones de siglos, su tormento no estaría más cerca de su final que al principio, y que nunca será liberado! Pero el tormento en el infierno será inmensamente superior a lo que esta ilustración representa”.
    El Señor Jesús, describiendo el día del gran juicio final, se refiere a la separación de los impíos de los justos con estas palabras: “Y éstos irán al castigo eterno, pero los justos a la vida eterna” (Mt. 25:46). ¿Hay alguien que niegue que el cielo exista eternamente? ¿Tendrá fin algún día futuro, la bendición de los justos en el cielo? No, sin embargo, la misma palabra griega empleada en este versículo para la vida eterna de los justos es la que se utiliza para el castigo eterno de los injustos. El infierno durará tanto como el cielo.
    En el infierno habrá diferentes grados de castigo determinado para cada ser humano según indican algunos pasajes de la Escritura. Lucas 12:47-48 dice: “Y aquel siervo que sabia la voluntad de su señor, y que no se preparó ni obró conforme a su voluntad, recibirá muchos azotes; pero el que no la sabia, e hizo cosas que merecían castigo, será azotado poco. A todo el que se le haya dado mucho, mucho se demandará de él; y al que mucho le han confiado, más le exigirán”. En Mateo 11:24 Cristo dice: “Os digo que en el día del juicio, será más tolerable el castigo para la tierra de Sodoma que para ti”. Los versículos de Mateo indican que la gente de Capernaúm recibirá mayor castigo en el día del juicio que aquellos que vivieron en la depravada Sodoma. Los versículos de Lucas hablan de una distinción en el juicio basada en la cantidad de luz recibida: algunos recibirán muchos azotes mientras que otros recibirán pocos.
    Quienes cometen mayores o más pecados que otros recibirán mayor castigo en el infierno (Jn. 19:11). Los hipócritas religiosos, aquellos que profesan la fe cristiana, pero no son realmente cristianos, serán más severamente castigados que el resto (Mt. 23:14-15). El Señor dijo de Judas Iscariote: “Mejor le fuera a ese hombre no haber nacido” (Mt. 26:24). ¿Cómo se podrían hacer estas afirmaciones si fuera cierto que la aniquilación es lo único que hay después de la muerte? La presencia de diferentes grados de castigo sólo tiene sentido a la luz de la capacidad de sentir el castigo. ¿De qué modo puede decirse que hubiera sido mejor para Judas no haber nacido si la aniquilación es todo lo que le esperaba? La aniquilación o extinción no es castigo en absoluto.
    Cada vez que el incrédulo peca, aumenta el nivel de su tormento en el infierno. La persona que peca el doble que otra con la misma luz, recibirá el doble de castigo. Cada día que el pecador continúa viviendo y respirando aquí en la tierra sin arrepentirse añade a su castigo en el infierno. Romanos 2:5 dice: “Mas por causa de tu terquedad y de tu corazón no arrepentido, estás acumulando ira para ti en el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios”. El Señor Jesús exhortó a los justos a hacerse tesoros en el cielo antes que en la tierra. Los impíos aumentan su ira tormento futuro en el infierno cada momento que continúan pecando. Añaden a su castigo diariamente. En el infierno los hombres desearán no haber nacido.
    Charles Haddon Spurgeon dijo: “En el infierno no hay esperanza. Ni siquiera la esperanza de morir: la esperanza de ser aniquilados. ¡Están perdidos por los siglos de los siglos! En cada eslabón de la cadena del infierno está escrito: “para siempre”. En las llamas del infierno se iluminan estas palabras: “para siempre”. Encima de sus cabezas ellos pueden leer: “para siempre”. Su mirada está desencajada y sus corazones dolorido con la idea de que es “para siempre”. Oh, si pudiera decirles esta noche que el infierno se apagará un día y que aquellos que están perdidos podrán ser salvos, habría una verdadera fiesta en el infierno de solo el pensarlo. Pero no puede ser; es “para siempre” que han sido arrojados a las tinieblas de afuera”.
    Christopher Love emplea una ilustración para tratar de ayudarnos a entender lo que significa la eternidad: “Supongan que todas las montañas de la tierra fueran montañas de arena, y que más y más montañas fueran añadidas hasta alcanzar el cielo, y que un pajarito puede tomar un grano de arena cada mil años de esa gigantesca montaña. Serían necesarios innumerables millones de años antes de que toda esa masa de arena desapareciera, y aun así este proceso de tiempo llegaría a un final, y seria una dicha para el hombre si el infierno no durara más que ese tiempo; pero esta es la miseria del hombre en el infierno, no tendrá más oportunidad de salir después de haber transcurrido millones de años que cuando fue arrojado allí al principio, porque su tormento se prolongará por la eternidad, sin fin, por cuanto el Dios que castiga es eterno”.
    Anteriormente consideramos la necesidad del infierno o la razón de que tuviera que existir un lugar como ése. Ahora analizaremos la razón por la que el infierno no sólo tiene que existir sino que debe existir eternamente. ¿Cuál es la necesidad por la que el infierno tiene que ser eterno? Son varias las respuestas que podemos explorar brevemente.
    La primera razón a considerar es la que Christopher Love acaba de mencionar. El Dios que condena es un Dios eterno. “La eternidad del infierno se basa en la naturaleza de Dios”.   ¿Es eterna la Palabra de Dios? ¿ Es la naturaleza de Dios eterna? la Escritura dice: “Jesucristo es el mismo, ayer, hoy y por los siglos” (Hebreos 13:8). “Gloria y hermosura es su obra, y su justicia permanece para siempre” (Salmo 111:3). “La Palabra del Señor permanece para siempre” (1 Pedro 1:25). Si la Palabra de Dios es eterna, si la justicia de Dios es eterna y si Dios mismo es eterno, ¿por qué, entonces, no va a ser eterna también Su ira? Como eternamente existente, todos los atributos de Dios son eternos e inmutables; por consiguiente, el infierno, como expresión de la ira divina, debe ser eterno.

    El infierno debe ser eterno porque la justicia de Dios nunca quedaría satisfecha por el castigo finito de los pecadores, no importa lo mucho que durara. Cristo aclara esta cuestión cuando habla de hacer las paces con el adversario antes de ir al magistrado si no serías arrojado a la cárcel y, “Te digo que no saldrás de allí hasta que hayas pagado aun el último centavo” (Lucas 12:59). Los hombres no pueden dar nada a cambio de su pecado. Ninguna cantidad de castigo en el infierno, no importa lo mucho que dure, jamas puede expiar los pecados. Es imposible, por tanto el infierno debe ser eterno.
    En tercer lugar, el infierno ha de ser eterno porque las Escrituras dicen que el gusano que corroe la consciencia del hombre en el infierno nunca muere. “Su gusano no morirá, ni su fuego se apagará” (Isaías 66:24). Si el gusano nunca muere, entonces aquellos que son atormentados por el gusano nunca morirán.
    Por último, el infierno será eterno porque los hombres continuarán pecando en el infierno. Aumentarán y agravarán su culpabilidad allí. El infierno es un lugar donde los condenados maldecirán a Dios y a ellos mismos, y se quejarán y lamentarán con lenguaje blasfemo de los hombres alrededor de ellos. Los malvados se aumentarán el tormento entre sí, al acusarse y condenarse unos a los otros. Los hombres no se arrepentirán en el infierno porque el carácter de los pecadores no cambia. Continúan siendo pecadores. Pecarán durante toda la eternidad, por tanto Dios los castigará eternamente.
del libro: Los Terrores del Infierno, Copyright © 1992 by William C. Nichols,
 traducido al castellano por Alfonso Ropero
 

Una Descripción del Infierno

 (Los Terrores del Infierno, parte I)


El infierno es un horno de fuego inextinguible, un lugar de tormento eterno, donde sus víctimas son atormentadas tanto en sus cuerpos como en su mentes, conforme a sus naturalezas pecadoras, los pecados actuales cometidos y la cantidad de luz espiritual ofrecida y rechazada por ellos. El infierno es un lugar de donde la misericordia y la bondad de Dios han sido retiradas; donde la ira de Dios es revelada como un fuego consumidor, terrorífico, donde los impíos viven con sus vicios sin poder realizarlos en un tormento sin fin.
    En Mateo 13:47-50 el Señor Jesús narró una parábola sobre el juicio. En los versículo 49 y 50, el Señor describe el destino de los malvados: “Así será al fin del siglo: saldrán los ángeles, y apartarán a los malos de entre los justos, y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes”.
    Al examinar las palabras del Señor lo primero que deberíamos notar es que el infierno se describe como un horno de fuego. El horno de Nabucodonosor (del que se nos habla en el Antiguo Testamento) fue calentado siete veces más de lo acostumbrado y es descrito como “un horno de fuego ardiente” (Dn. 3:23). Juan el Bautista habló del “fuego que nunca se apagará” (Lc. 3:17) y Apocalipsis describe el infierno así: “lago de fuego que arde con azufre” (Ap. 19:20). ¿Podemos realmente imaginarnos el horror del cual hablan estas palabras? Imagina cada parte de tu cuerpo expuesta al fuego al mismo tiempo, de modo que cada fibra de tu ser sienta el intenso tormento de ser quemado. ¿Cuánto tiempo aguantarías semejante castigo? Cristo dice que “allí será el llanto y crujir de dientes”. Los impíos llorarán y crujirán los dientes al tener que soportar el dolor y el sufrimiento más intenso que jamás hayan sentido de unas llamas que consume constantemente cada parte de su cuerpo. No habrá alivio.
    Jonathan Edwards describe en lenguaje gráfico cómo serán las llamas del infierno: “Algunos de ustedes han visto edificios incendiados; imaginen, por lo tanto, cuán poca ayuda a la hora de sofocar las llamas podrían ofrecer si se encontraran en medio de un fuego tan grande y voraz. Han visto a menudo una araña o cualquier otro insecto arrojado en pleno fuego y observado lo rápido que sucumbe a la fuerza de las llamas. No se presenta una larga batalla, no hay lucha contra el fuego, ninguna fuerza puede oponerse al calor o escapar de él, el insecto inmediatamente se rinde y cede, el fuego toma posesión de él, y en seguida se convierte en una chispa de fuego. Aquí tenemos una pequeña imagen de lo que tú serás en el infierno, si no te arrepientas y acudas a Cristo. Consolarte a ti mismo imaginando que podrías soportar los tormentos del infierno tanto como puedas sería como si un gusano, a punto de ser arrojado a un horno candente, se preparara y fortaleciera a sí mismo, dispuesto a combatir las llamas”.
    El infierno también se describe como un lugar de tinieblas. El Señor Jesús habla de un invitado que se presentó a una boda sin traje y fue arrojado “a las tinieblas de afuera” (Mt. 22:13). Judas escribe de aquellos que están en el infierno: “para quienes la oscuridad de las tinieblas ha sido reservada para siempre” (Jud. 13). Christopher Love dice en su libro: Hell's Terrors ("los terrores del infierno"): “la oscuridad es terrible y los seres humanos están preparados para temer más las tinieblas que la luz en el infierno, por consiguiente, está descrito con esta imagen terrible para hacer que los corazones tiemblen pues se trata no sólo de tinieblas, sino de la más oscura de las tinieblas”.
    El infierno es comparado a Tofet en Isaías 30:33. Tofet era el lugar donde los judíos idólatras sacrificaban a sus hijos al dios pagano Moloch, arrojándolos al fuego dispuesto para ello. Día y noche se oían en ese lugar quejidos y lamentos, como día y noche se oirán gritos, gemidos, lamentos y llanto en el infierno.
    Isaías habla del “soplo del Jehová [Yavé], como torrente de azufre” encendiendo el infierno. Hay suficiente evidencia en la Escrituras para demostrar que Dios mismo será el fuego del infierno. Hebreos 12:29 dice: “Nuestro Dios es fuego consumidor”. Los impíos de la tierra ignorantemente bailan de alegría cuando el predicador habla del amor y misericordia de Dios, pero no se beneficiarán ni del uno ni del otro si no se arrepienten. Para ellos Dios será fuego consumidor. Hebreos 10:30-31 advierte: “Pues conocemos al que dijo: Mía es la venganza, yo daré el pago. Y otra vez: El Señor juzgará a su pueblo. ¡Horrenda cosa es caer en las manos del Dios vivo!” ¡Es horrendo, terrible, caer en las manos del Dios vivo! Pecador, tú no escaparás del infierno. Dios será tu infierno y su ira te consumirá y será derramada sobre tí todo el tiempo que Él exista. “¿Quién conoce el poder de tu ira?” (Sal. 90:1l). Por cuanto Dios mismo será el fuego del infierno, las palabras no pueden expresar los terrores de los condenados al infierno. “No hay razón para temer que, quizá, los ministros del Evangelio expongan este asunto más allá de lo que realmente es; semejante posibilidad no es tan temible como se pretende... más bien, tenemos motivos para suponer que después de haber dicho todo lo que es posible, todo lo que hemos dicho o pensado no es sino una sombra pálida de la realidad”.
    En Lucas 16:19-26 Cristo habla de dos hombres. Uno de ellos era rico (tradicionalmente conocido por Divas o Epulón); el otro era pobre (por nombre Lázaro). Ambos murieron. El pobre fue llevado por ángeles al cielo y el rico fue al infierno. El rico no fue a tal lugar por ser rico, ni el pobre al cielo por ser pobre. El Señor muestra mediante esta historia de contrastes que nuestras circunstancias pueden cambiar drásticamente cuando pasamos del tiempo a la eternidad. No debemos ser tan necios como para pensar que porque Dios no nos haya tratado duramente en esta vida no lo vaya a hacer después de la muerte. El lugar de morada eterna de ambos hombres fue el resultado de la condición de sus corazones delante de Dios mientras vivían en la tierra. Lázaro fue un verdadero seguidor de Dios; Divas no. Queremos notar cuidadosamente lo que la Escritura dice acerca de Divas y su condición, pues tenemos mucho que aprender de él sobre el infierno. Los versículos 23 y 24 indican que Divas estaba “en tormento”. ¿Cuál es el significado de estar en tormento? Este tormento, se refiere tanto al tormento padecido por el cuerpo como por el alma. Como hemos visto, el cuerpo humano será atormentado en un horno de fuego. Cada parte del cuerpo sentirá el dolor ocasionado por ese fuego. Personas con fuerte dolor de estómago pueden sentir gran agonía debido a ello, pero el dolor del infierno será mucho más grande. Se dice que a veces la muerte por cáncer causa dolor supremo en el cuerpo, pero el dolor en el infierno será todavía peor. Aunque tu cuerpo padeciera varios dolorosos males al mismo tiempo, ni así comenzarías a acercarte al dolor de los condenados en el infierno. No tiene comparación.
    La consciencia del ser humano también será atormentada en el infierno. La consciencia, ese gusano que no muere, del cual habla la Escritura (Mr. 9:48; ls. 66:24). A Divas se le dice: “recuerda que durante tu vida”. Los hombres serán atormentados físicamente con un dolor intenso, pero también serán atormentados por su propia memoria. Recordarán las veces que escucharon la alarma y, no haciéndole caso, se burlaron de ella. Recordarán las veces que fueron advertidos y llamados a arrepentirse, o que se les dijo que era imposible recibir las bendiciones del cielo sin someterse a Cristo como Señor, pero no hicieron caso. Serán atormentados al ver, a distancia (tal como lo hizo Divas), las glorias del cielo y saber que están condenados para toda la eternidad. Serán atormentados por deseos insatisfechos (Divas no puede recibir ni siquiera una gota de agua que refresque su lengua). Serán atormentados por el hecho de saber que nunca escaparán del infierno (a Divas se le dice: “de modo que los que quieran pasar de aquí a nosotros no pueden”). Serán atormentados por los gritos, lamentos y maldiciones de los condenados a su alrededor. El tormento más cruel que un hombre pueda experimentar aquí en la tierra es como la picada de una mosca comparado a los tormentos del infierno.
    Jonathan Edwards, en un sermón sobre El castigo futuro de los impíos, habla de como éstos son incapaces de encontrar un solo momento de descanso en el infierno: “No hallarán nada que alivie sus penas en el infierno. Nunca encontrarán un lugar de reposo allí, ni ningún rincón secreto que sea más fresco que los demás, donde puedan tener un poco de reposo o una pequeña reducción de la gravedad de su tormento. Jamás encontrarán un arroyo o fuente de agua fría en ninguna parte de aquel mundo de tormento; no, ni siquiera una gota de agua que calme sus gargantas. No tendrán compañero que les dé un mínimo de consuelo, u ofrezca un mínimo bienestar. No encontrarán lugar donde puedan estar y descansar y tomar aliento, siquiera por un minuto, porque serán atormentados con fuego y azufre. “No tendrán descanso ni de día ni de noche por los siglos de los siglos”.
 
del libro: Los Terrores del Infierno, Copyright © 1992 by William C. Nichols,
 traducido al castellano por Alfonso Ropero
  

jueves, 7 de mayo de 2015

LA IGLESIA DEBE JUZGAR



En su libro CRISTO AMÓ A LA IGLESIA, William MacDonald contesta esta pregunta: 

"¿Tiene derecho la iglesia de juzgar a alguien, para saber si es salvo?

 Contestamos que no sólo tiene el derecho, sino la obligación sagrada de hacerlo. Puesto que a los cristianos les está prohibido tener comunión con los incrédulos (2 Co. 6:16-17), es evidente que estamos obligados a usar todo medio práctico para discernir la condición espiritual de los que quieren estar entre el pueblo de Dios".

Cristo Amó A La Iglesia, pág. 56, Editorial Berea